martes, 5 de octubre de 2010

flameado...

Toda mi vida soñando con escapar lejos, con viajar a lugares lejanos, con aprender idiomas extraños, con mezclarme con pieles de otros colores, toda mi vida pensando en escapar y nunca daré cuenta de que fui yo misma quién construyó esta jaula y tiró después la llave a un mar que hoy ya no existe...
Toda mi corta vida soñando con volar y yo misma atrofié mis alas por el miedo a volar...

Toda una vida queriendo escapar...

Dentro de mi jaula hay construida otra pequeñita, para mi pluma dorada, que también es presa de su propio miedo, de su propio corazón...

La una dentro, la otra más aún.

Mi pluma dorada, presa de su propia jaula dorada, se cayó ya hace tiempo de una de mis alas, cuando aún funcionaban, cuando el mundo aún no había aprendido su propio nombre, fue entonces cuando se desprendió de mí misma y fue entonces cuando tiré la llave a aquel mar.
Ella le puso nombre al mar, un nombre que ya todos han olvidado...
Mi pluma dorada voló lejos, escapó, fue donde yo siempre había querido ir, huyó de mis miedos y llegó a los lugares que yo nunca conocí, mi pluma dorada no podía huir de mí.
Volvió.
Entró en mi jaula fácilmente y se construyó una para sí, para no salir jamás, y que no pudiera olvidarse de mí.

Entonces empecé a echar de menos lo que nunca había visto, surgió entonces mi anhelo por las caras que nunca conocí, por las voces que nunca podría llegar a olvidar...

Mi pluma dorada escapó volando y se incendió.

Sé que nunca escaparé de esta jaula, pues yo misma la creé, y sé además que no sabría vivir fuera de ella, que el oxígeno me ahogaría, la luz del sol me quemaría, las noticias de otros lugares me aterrarían, sería difícil asumir que las pieles con las que he soñado tantas veces se queman en cualquier lugar de alguno de los dos hemisferios, y a veces en los dos a un mismo tiempo.

Mi pluma ha vuelto, y cuando se cansa de mis quejas, se vuelve a incendiar...siempre acaba resurgiendo de las cenizas.

Yo no soy como ella, si saliera de mi jaula, el sol me quemaría por fuera y las noticias de humo en otros lugares me arderían por dentro. Por eso me quedo en mi jaula, porque aquí los colores son como yo quiero y las pieles sólo cambian de color con el café...

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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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