miércoles, 17 de febrero de 2016

Poema de despedida


Me gustaría que se me diera bien decir adiós.
Que se me dieran bien las despedidas.
Que me fuera fácil pensar en las terminales,
en las estaciones abarrotadas.
Abrazos.
Besos y caricias que se quedan en el aire.
Parece tan fácil…
Pero contigo me pasa que me cuesta decirte adiós.
O hasta luego.
Te digo adiós con los labios pero deseando que vuelvas en ese mismo momento a mi boca.
Que me calles.
Que me comas el adiós con un beso muy largo.
Ojalá supiera decirte adiós cuando duele.
Me duele tu ausencia y a veces me duele tu presencia porque sé que te vas.
Que cualquier domingo.
De nuevo.
Te irás.
Y yo solo pienso en que, por favor, no te vayas con otra. En ninguno de los sentidos. Porque tus orgasmos ya son solo míos, y míos son también tus abrazos. Los abrazos que compartimos, para el viaje. Para el viaje de vuelta a casa. De vuelta a mis piernas. Y que no te vayas nunca de mi cabeza.
Ya tengo ganas de que te vayas de nuevo para poder despedirte bien. Con un beso y un hasta luego.
Aunque por dentro todo siga igual.
El caos sin principio ni final.
A ti te parecerá que he aprendido a despedirme, que he aprendido a soportar las despedidas.
A ti, que lo tienes todo tan claro.
Tú vete tranquilo, ya guardo yo las dudas en mi cabeza, por ti y por mí.
Y por si acaso.

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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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