sábado, 22 de enero de 2011

No tienes porqué sentirte mal.

El mundo se está despedazando, la tierra pronto será agua y tú, pobre de ti, nunca aprenderás a nadar. En la última resistencia de tu agonía olvidarás por completo las frases que apuntaste en aquel viejo cuaderno, y que tanto te hacían soñar. Llegará un día en que empezarán a caer rayos al agua y entonces tu cuerpo ahogado se quemará por fuera. Pero no te preocupes, llegará al fondo del mar y seguirá su curso el resto del mundo.
Quizá haya un terremoto en tu ciudad y tu cuerpo acabe sepultado bajo las paredes que un día olían tan bien a pintura fresca. En ese instante de la catástrofe tu respiración se volverá difícil, y en el último estertor sólo podrás oír los latidos apagándose de tu corazón.

Pero no tienes porqué sentirte mal.
Hoy el sol brilla y las bombillas no te queman la piel.

jueves, 13 de enero de 2011

Créeme.

Sé qué es lo peor para ti.
Que se te enreden las pesadillas en el pelo, en lugar de tus sueños.
Que se crucen en tu camino 13 gatos negro y ninguno se quede contigo.
Que en el último salto al vacío no puedas sentir el viento de libertad que agita los mares y las ramas de los árboles.

Y las palabras vacías que se cuelan en tu mente cada día, las que no corrompen nada, las palabras que no te hacen sentir, también son malas para ti.
Y las historias banales con final intrascendente.
Esas leyendas que olvidaron sus principios.
O como aquella historia que se perdió en el olvido de que quién la inventó...
Que pierdas los finales dementes, los versos oníricos de tu inconsciente.
Que transformes el desorden que guía tus pasos.
Que olvides volar en mitad de un salto.


Que no te encuentres en cualquier ciudad perdida.
Que entiendas el amor.
Que desfigures las musas por la razón.
Que te prohíban caminar por los tejados....
Que quiebre el tallo de aquella vieja flor.
Que no se salpiquen, nunca más, de tinta tus manos.
Que aprendas a besar como besan en las películas de acción.
Que la pluma olvide su sueño de volar, siempre, lejos de dónde está.
Que no llueva nunca más.
Que dejes escapar tus sueños a esconderse detrás de alguna nube, por encima de dónde tu puedes mirar. Y que te pases media vida buscando ese sueño (el que ya hace tiempo olvidaste, y que nunca sabrás encontrar). Y que el resto de tu vida, sin sueños, no te atrevas a dormir, a volar, a cantar, a llorar, a recordar ni olvidar...





Pero sé qué es lo mejor para ti.
Que te vuelvas loca. Loca por tus sueños. Y que en ellos te siga la locura (cerquita) por si se le ocurre a la razón prohibirte volar cuando caminas o llorar en los días de lluvia....

martes, 4 de enero de 2011

-Hace frío- suspiró...

Se encarama a las olas de vez en cuando intentando avistar algo que le haga pensar en el deshielo de su corazón. Pero los barcos que naufragan cerca de sus rocas no llevan marineros fogosos, llevan náufragos moribundos que claman unas horas más de sollozos y alcohol, de agonías y besos tuertos.Y ella se esconde en las cuevas del acantilado.

En las noches más oscuras, sus ojos alumbran como faros y evitan más naufragios que éstos, total, para nada, morirán de lujuria o de celos cualquier otro día.

-Yo preferiría morir de amor entre estas rocas. - Suspira y se desliza por las rocas de la pared, hasta el suelo.

Y poco a poco, sin saberlo, ella también va muriendo.


En sus días de sonambulismo, deambula por el pueblo sin un rumbo fijo mientras otros se ríen de ella y la tratan de loca, solo los niños comparten su callejeo errante. Ellos tampoco saben vivir con tanto frío en el corazón.
Un día en el que el Sol la cegó más que nunca, se encontró con los pies enarenados y notó algo desconocido en el corazón, como un mechero que intentase encenderse sin tener butano en su interior. Cuando, al llegar la noche, pudo ver de qué se trataba (pues sus ojos durante el día son tan ciegos como los de un topo). Esa visión la cautivó y fue como si le llegara butano al corazón, tanto, que sentía arder su cuerpo por dentro y sentía aún el doble de calor fuera. Se rasgó las ropas y corrió hacia el cuerpo que yacía sobre la arena. Esa noche sentía el placer del roce de cada grano de arena en sus pies y la belleza de cada estrella. La fría brisa de invierno le helaba la nuca y eso le hacía sentirse más viva. Corría y corría, creía correr tan deprisa que se sentía como en un sueño, sentía que nunca alcanzaría su meta.

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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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