viernes, 10 de mayo de 2013

Esa tarde llovía.

Llovía.
Los fantasmas se levantaban de su sueño infinito cuando llovía.
En aquella ciudad, de la cuál ella no conocía su nombre, todos desaparecían cuando llovía.
Y esa tarde llovía.
El Sol se iba escondiendo a medida que las cadenas de la libertad desaparecían, a cada gota de agua que, estrepitosa, rompía su propio ser en su suicidio desde el edén.
Y la gente se escondía del cielo bajo extraños artilugios que llamaban "umbrellas" mientras ella caminaba sin saber muy bien a dónde quería llegar o qué estaba siguiendo, si es que realmente seguía algo. Caminaba sin aquellos artilugios que, de haber llevado, ocultarían la belleza de las nubes de tormenta, el gris opaco que  apenas solía ver en su lugar de origen. Le gustaba esa sensación, la lluvia suave mojando su rostro al caer, sentía las gotas en las mejillas como si de lágrimas se tratasen, con la diferencia de que esas lágrimas no le escocían en las mejillas.

Cosas

Son las pequeñas cosas del arte de vivir las que olvidamos. Olvidamos lo útiles que resultan, su belleza, la fragilidad o su capacidad para quebrarlo todo en un sólo instante.
Como siempre nuestro egoísmo nos ciega y es sólo cuando entramos en los juegos de la pérdida cuando de verdad nos damos cuenta de lo que no somos capaces de apreciar.
Así hoy piensas en ese ciego que te has cruzado y qué harías tú sin los colores, sin la luz, sin las miradas...
Cierras los ojos y te estremeces al pensar en los lunares de su piel. Ves tu rostro en el espejo y con tus manos empiezas a saborear cada uno de los rincones,cierras los ojos durante el proceso y descubres el olor de tu propia piel, el tacto de tus mejillas en tus manos y de tus manos en tus mejillas. Y ese placer luego lo trasladarás a él. Con tus manos en su piel, y que su piel sienta tus manos (que dice que son de seda) y yo digo que su piel es algo endiablado.

Que bailes conmigo (aunque no sepas bailar)

Que vueles sin alas al saltar, que rías cuando sientas miedo y cantes cuando quieras llorar.

Que llores si me ves llorar, que cantes para hacerme reír, que vueles tan cerca del cielo, que estés sin estar, que lo hagas sin dejarme de mirar.
Lo que me gusta de ti.

Las tormentas de verano y el olor a tierra mojada.

Adoro las tormentas de verano,
el olor que precede a esas tormentas.

La quietud del viento, y mi corazón que no puede parar.

Me encanta la lluvia templada del mes de agosto que levanta a su paso el polvo acumulado en las calles desiertas del mediodía, en los cielos plagados de después del ocaso.
Esa lluvia tiene el poder de limpiar los días duros, las caras tristes, las angustias que hacen daño, las sonrisas falsas, en mí tiene ese poder, tiene el poder de curar los desengaños y de calmar los recuerdos malos. Ese agua que me enfría y me calienta, me calienta el alma y me enfría la piel, me templa las manos y me limpia la hiel, ese agua pone mi mundo al revés. Y mientras cae me hace volar cerca del suelo y caminar por el cielo.

Se me mueve el bazo solo de pensarlo.

Y mientras camino por el cielo, ya sea de noche o de día, la tormenta me transporta a otro lugar en que no existe noche o día, en el que el Sol y la Luna hacen turnos de 24 horas, y de vez en cuando, se funden en un eclipse.
Las tormentas de verano me transportan a veces a una canción y otras a una película de amor.
Los truenos de esas tormentas son como si se oyera afuera el tamborileo que lleva algunos días mi corazón, sobretodo esos días, esos días en los que no hay días ni noches, cielo ni suelo, ríos ni montañas, y sólo estoy yo.
Yo en esos sueños con olor a tierra mojada.

De la vida y de la muerte...

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Nació sin haberlo pedido,
pese a ello,
cuando fue consciente de la vida
se aferró a ella todo lo que pudo...
Murió sin haberlo pedido.

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Y allí,
colgada en aquella incómoda posición
se hallaba sin poder elegir
si morir o vivir.
Nadie le dijo nunca que suicidarse fuera tan difícil.

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Estaba probando sus alas nuevas.
Murió.

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El rosa era mi color,
y no este estúpido verde
-"simboliza esperanza"-
¿Y qué puedo esperar yo dentro de un ataúd?
Siempre había pensado que el alama se separaba del cuerpo al morir.
Pero aún sigo aquí,
En este estúpido y verde esperanzado ataúd que me tiene atrapada.

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Dije que volvería de la tumba para atormentar,
pero se está tan a gusto aquí...
Siempre me gustó el silencio sepulcral.

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Me uní a un grupo que iba a llevar a cabo un suicidio en masa en internet.
Soy la única que he muerto.
El resto sólo han desaparecido de la red.

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Mi cita era tan fea que preferí morir.

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Me disparé yo solita en una de sus charlas, no las soportaba, ¡desde primera hora de la
mañana!. Y sus quejas por las noches... cada vez eran peores.
Si me dejaran testificar...
En la cárcel solo hará que se suicide más gente y ¡esto está repleto!.

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Datos personales

Mi foto
Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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