sábado, 1 de agosto de 2015

Me tienes ganada.

A veces siento que la magia se rompe en trocitos irreparables. Que me faltan piezas del puzzle. Que voy a salir corriendo o quizá volando por la ventana. Siento que me faltan ganas y que mi fuerza se va a deshacer de un momento a otro...
Pero entonces llegas tú, con tus pasos de soldado ganador y me pintas la sonrisa en el espejo. Me quemas los miedos y me acaricias hasta los huesos que he ido perdiendo con el paso del tiempo.

Y entonces, lo siento.
Te siento de nuevo.
Se me estremece hasta el bazo y olvido pensar. Me olvido de la pobreza del dinero y de los corazones y me concentro en tu latido. Tu latido lento que intenta calmar a mi latido apresurado. Y en esos momentos, durante los siglos que permanecemos abrazados, soy capaz de sentir la belleza del mundo arrullándome los sueños. Calmándome las miradas, encendiendo las luces en los lugares que me dan miedo.
Porque en esos momentos, me tienes ganada.


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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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