viernes, 31 de julio de 2015

Amor de verano.

Se enamoró de ella, de su sonrisa, de su mirada en las noches de felicidad.
Fue así desde la primera mirada que cruzaron, se enamoró de su risa, de su forma de bailar, de la brisa que levantaba al dejarse llevar.
Se enamoró de su sonrisa una y un millón de veces más.
Se enamoró de ella, al fin y al cabo, de su felicidad.
Quedó enganchado a sus cabellos que desprendían olor a noches de verano a atardeceres a medio fuego, a noches que no querían terminar.
Nada más verla, corrió pisando sus huellas.
Se enamoró de ella en las noches de calor, en los días de sol, en los tiempos fáciles, en los cielos estrellados, entre las sábanas de pasión.
Se enamoró de toda ella, de toda su ella fácil.
Y se vendió a ella sin pensar, sin teorizar en futuro, sin ahondar en sus tristezas, sin saber muy bien lo que vendría después. Sin quererlo saber.





martes, 21 de julio de 2015

Si fuéramos invencibles.

Si fuéramos invencibles sería más fácil saltar,
al vacío o simplemente saltar.
Si fuéramos invencibles, dejaríamos el miedo de lado
y hasta luego a la oscuridad.
Nos olvidaríamos de las noches vacías.
Nos olvidaríamos hasta de pensar.
Nos temerían los monstruos,
las hechiceras
de noches en vela
y los ladrones de identidad.
Si fuéramos invencibles,
nos temerían los osos salvajes
y las lechuzas que gobiernan las noches.
Si fuéramos invencibles yo no tendría miedo a volar
ni tú a las serpientes.
Si fuéramos invencibles seríamos más fuertes,
no temeríamos a la debilidad.
Si fuéramos invencibles, ni el miedo al propio miedo
nos haría temblar.
Si fuéramos invencibles nos amaríamos sin dolor,
sin pasión.
Si fuéramos invencibles quizás ni nos amaríamos.
Los besos perderían su valor
y los abrazos su calor.
Si tú fueras invencible
y yo no.
O si yo fuera invencible
sin ti.
Si fuéramos invencibles no necesitaríamos a nadie más.


Menos mal que los dos,

y yo
somos vencibles,
y ya hemos sido vencidos.

Hemos sido vencidos por el miedo y la oscuridad, por las guerras y hasta por la paz, nos venció el amor y el desamor, nos vencimos el uno a la otra y al revés. Hemos sido vencidos tantas veces que hemos perdido el deseo de ser invencibles.

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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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