martes, 10 de abril de 2012

Ensayo sobre la obsesión

No es libre
Y cree serlo.

En sus manos no está su destino. No lo quiere, se lo regaló a él.
Ahora está en la esquina más cercana a la Calle del Olvido, pero de espaldas, decidida a pasar por la estrecha callejuela de la Desesperación. Es confuso, ha empezado a malentender el amor, ahora obstinada en mantener su obsesión por él, por su cuerpo y sus ojos.
Empiezo a entender las mentiras que esconde la belleza, pues me he dado cuenta de que a veces, los ojos más bonitos han ocultado (y ocultan) las mentiras más infames, como los "te quiero" vacíos.
El primer "te quiero" que sientes que la otra persona dice de verdad. Suele ser en la más tierna adolescencia, cuando empiezas a tontear con otras personas intentando saber qué es el amor, cuando empiezas a tontear con el amor, intentando conocer a las personas.
Y cuando pasas esa tierna, contundente y convulsa etapa, te das cuenta de que sigues si saber qué es el amor. Sabes la definición de amor platónico, porque de repente oyes de alguien de hace muchos, muchos años que se llamaba Platón, y te entra curiosidad. Entiendes el amor familiar al más puro estilo mafioso. Pero no tienes ni idea de si eso que has experimentado con tu primer beso, primer te quiero, o demás primeras veces es verdaderamente amor. No tienes ni idea de lo que es el amor completo. Y no sabes si podrás reconocerlo cuando algún día pase, si es que pasa.

Y de esta ignorancia se aprovechan esos ojos inmersos en la más pura belleza. Te hipnotizan y te hablan de amor. Te enseñan que el amor es una persona, que es él (o ella), la persona que se oculta bajo esos ojos.
Y es dónde empiezas a convertir el amor en obsesión, pierdes libertad, pierdes tu libertad y te olvidas de alguna parte de ti, porque pasas a ser completamente dependiente de esos ojos, y de los secretos y mentiras que esconden. Te sientes indefensa cuando no te miran y sólo completamente guapa cuando te lo dice su boca. Pierdes parte de tu cuerpo si estás sin esa persona, tus planes su empiezan a ajustar a los suyos (y nunca al revés) y no te das cuenta de que te estás perdiendo a ti misma, porque no eres consciente y tampoco culpable de no serlo.
Estás completamente obsesionada.
Sumida en la profunda ignorancia.

Empiezas a ocultarte tras su escudo, y cuando no está, eres totalmente frágil, como el más liviano cristal.

Todos negaremos haber sido tan estúpidos como para no haber salido de esto. No todos caeremos. Pero la mayoría sabemos, aunque lo ocultemos muy adentro, que la obsesión nos poseyó algún día. Y no todos somos muy conscientes de cómo entramos en esa vorágine, ni siquiera cuando salimos.

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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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