dos,
uno...
Ese día, aquel día, empecé a sonreír con sólo un pensamiento.
Aquel día empezó al revés, aquel día empezó en la noche.
Yo caminaba sin prisa y con sonrisa difusa.
Yo era un pequeño corazón que miraba un cielo que tenía sólo dos estrellas.
Aquel día no fue el champán.
Aquel día fue una mirada la que desordenó mi cabeza con una ternura perenne, tras haber sufrido muchos inviernos.
Aquel día, aquella noche, mi cabeza decidió olvidarla para intentar romper el plan de mi corazón.
Aquel día, después de aquella noche, me desperté confusa sin saber si era mi cabeza o mi corazón el que se empeñaba en desmemoriarme aún más.
Desde aquel día, desde aquel día que luego cambiamos por un cuatro, empecé a olvidarme de mí misma, empeñada en no olvidarte a ti.