jueves, 30 de septiembre de 2010

Empeño

Ese día, aquel día, empecé a sonreír con sólo un pensamiento.

Aquel día empezó al revés, aquel día empezó en la noche.

Yo caminaba sin prisa y con sonrisa difusa.

Yo era un pequeño corazón que miraba un cielo que tenía sólo dos estrellas.

Aquel día no fue el champán.

Aquel día fue una mirada la que desordenó mi cabeza con una ternura perenne, tras haber sufrido muchos inviernos.

Aquel día, aquella noche, mi cabeza decidió olvidarla para intentar romper el plan de mi corazón.

Aquel día, después de aquella noche, me desperté confusa sin saber si era mi cabeza o mi corazón el que se empeñaba en desmemoriarme aún más.

Desde aquel día, desde aquel día que luego cambiamos por un cuatro, empecé a olvidarme de mí misma, empeñada en no olvidarte a ti.

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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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