miércoles, 29 de enero de 2014

Mirarte

Mirarte y sentir que no tengo nada que decirte, porque sé que me entiendes la mirada (todas las miradas).

Mirarte y sentir que no puedo parar de hablar, no puedo dejar de contarte trivialidades mientras me concentro en las facciones de tu cara, en tu sonrisa que aparece como reflejo de un espejo, en tu mirada atenta a mis historias, como si de verdad importara alguna de mis palabras; y me centro en tus manos, sin saber muy bien si las palabras que va soltando mi boca tienen algún sentido o son meras sílabas disociadas, pero miro tus manos, al sentirlas sobre mi piel, me concentro en tus manos (como sino pudiera dejar de hacerlo), tus manos que recogen las mías como si se tratase de algún tesoro reencontrado.

No puedo dejar de mirarte y cuando lo hago no dejo de pensar en tocarte, para sentir que eres de verdad y no otro sueño más. Te miro los labios y quiero besarte despacio, hasta que se confundan nuestros labios y no sepamos ni tú ni yo qué trozo de piel es de quién.


La libertad perdida

Al fin y al cabo fui yo la que se empeñó en seguir hacia adelante caminando hacia atrás. Y así son las cosas, que ahora, de nuevo, me tendré que volver a reinventar.
Decidí no decidir nada, creyendo que era libre de elegir lo que quisiera, sin darme cuenta de que lo que quería era lo que había vendido, mi libertad.
En el mercado negro ¡nada menos!

Tu pequeña libertad, la que sentías de pequeña al montar en bici cuesta abajo, con el viento pegando fuerte en tu cara, esa libertad es la que perdiste al crecer. La que te llevaba a decir siempre la verdad, y a velar por los más pequeños (burrito blanco), por los más débiles, ésa es la libertad que perdiste, que muchos hemos perdido.

La libertad se vende cara pero cuando la quieres recuperar ha volado de mano en mano, ha aumentado su precio y cambiado sus costumbres y para cuando la reencuentres, te será difícil hacerte a ella.
Puede que te apriete las costillas o te quede demasiado larga, puede que no sepas como hacerte a ella o siquiera si ella se hará, de nuevo, algún día a ti. No sabes si tu propia sombra es parte tuya, si aún tiene algún vestigio de lo que fuiste cuando eras libre.
Empiezas a cortar por aquí y fruncir por allá y consigues que te siente como un guante, pero está deteriorada y tú desentrenada. A ella a veces le falla algo del motor de arranque y tú, que no tienes ni idea de mecánica, no sabes cómo arreglarla.
Le cantas, la acunas y hasta la sacas a bailar.
Pero necesitarás algo de ayuda, para que volváis a encajar...o quizá necesites darte cuenta de que nunca se fue, de que se quedó esperando su turno, entrenando en silencio en algún rincón.

fallen in love....

+Enamora a alguien y tendrás tu más fiel vasallo...
-Sé capaz de amar a alguien y te convertirás sin saberlo en parte de él...sin poder evitarlo...
+y tú más fiel vasallo podrá matar por ti...
-Pero tú lo harías por él sin pensarlo, lo sabes, le matarías...
+lo peor de todo es que tu fiel súbdito se arrodillará ante ti en cuanto te vea y olvidará el mundo alrededor, ese mundo que tanto te agota y te consume...y tú le dirás que acabe con él, que acabe con el mundo...
-Y sabes que tú lo harías por él sin pensarlo, que acabarías con él y con todo su mundo...
+algo que te agotará mucho al enamorar a alguien será que le tendrás que mirar de frente, a los ojos, sin parpadear, le tendrás que mirar como sino existiera nada más, nadie más, ignorando al resto del mundo, y sólo podrás mantener el mundo en un segundo plano...
además tendrás que besarle y prometerlo -cada uno de mis segundos son para ti- tendrás que regalarle tu tiempo, sin esperar nada a cambio...


Es tan extraño... es tan incierto el futuro que te atreverás a pensar en él, y en cómo atenta contra tu tiempo y tu voluntad... le has regalado sin saberlo cada segundo de tu vida, estás consagrada a él, ya no podrás besar otros labios ni rozar otras pieles con la pasión contenida, ya no podrás vender a la luna tu cuerpo cada anochecer...

-Serás el vasallo de tu propio vasallo.

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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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