miércoles, 29 de enero de 2014

La libertad perdida

Al fin y al cabo fui yo la que se empeñó en seguir hacia adelante caminando hacia atrás. Y así son las cosas, que ahora, de nuevo, me tendré que volver a reinventar.
Decidí no decidir nada, creyendo que era libre de elegir lo que quisiera, sin darme cuenta de que lo que quería era lo que había vendido, mi libertad.
En el mercado negro ¡nada menos!

Tu pequeña libertad, la que sentías de pequeña al montar en bici cuesta abajo, con el viento pegando fuerte en tu cara, esa libertad es la que perdiste al crecer. La que te llevaba a decir siempre la verdad, y a velar por los más pequeños (burrito blanco), por los más débiles, ésa es la libertad que perdiste, que muchos hemos perdido.

La libertad se vende cara pero cuando la quieres recuperar ha volado de mano en mano, ha aumentado su precio y cambiado sus costumbres y para cuando la reencuentres, te será difícil hacerte a ella.
Puede que te apriete las costillas o te quede demasiado larga, puede que no sepas como hacerte a ella o siquiera si ella se hará, de nuevo, algún día a ti. No sabes si tu propia sombra es parte tuya, si aún tiene algún vestigio de lo que fuiste cuando eras libre.
Empiezas a cortar por aquí y fruncir por allá y consigues que te siente como un guante, pero está deteriorada y tú desentrenada. A ella a veces le falla algo del motor de arranque y tú, que no tienes ni idea de mecánica, no sabes cómo arreglarla.
Le cantas, la acunas y hasta la sacas a bailar.
Pero necesitarás algo de ayuda, para que volváis a encajar...o quizá necesites darte cuenta de que nunca se fue, de que se quedó esperando su turno, entrenando en silencio en algún rincón.

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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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