Así son nuestras vidas.
Presas.
Caminamos por las calles abarrotadas con los miedos atados a las piernas del otro, como eternos reos.
Tus miedos me queman
los tobillos al correr
y los míos te atan fuerte los muslos
abrasándote al volar.
Vivimos presos el uno del otro sin saber nunca donde empezó todo esto y mucho menos cuándo. Cuándo acabará esta locura que nos incita a despensar y cambiar las luces por las noches a fuego lento.
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