jueves, 1 de septiembre de 2011

Que nadie me despierte....

Hoy no ha habido Luna, o al menos no ha venido a posarse en los cristales de mi ventana. Esta noche no ha sido eterna, no he soñado, no he sentido el roce de labios algunos.
Llevo unos días pensando en mi tiempo, lanzar todas las cajas por el cauce de algún río y saltar yo después ignorando el miedo a las alturas.
Estoy empezando a comprender lo que nunca pensé que comprendería, deseando una lobotomía en este cerebro que deja que me traicione el subconsciente. Comienzo a darme cuenta de los días y las noches están acabándose antes de tiempo. Tengo un reloj pegado al pecho que se esfuerza por marcar el tiempo hacia atrás. Tengo un reloj demasiado cerca de mi que quiere que acabe con esa heroína.
Canto en inglés y me despeño escaleras abajo, me quedo más lejos aún de mi llegada a la Luna.
Busco páginas cerradas y encuentro puertas vacías. Me duermo en cuadernos en blanco y me despierto en el suelo de esta habitación con vistas al mundo.
Me duelen los huesos de la espalda de no despertar.

No quiero que me pellizquen, si es una pesadilla, prefiero esto.

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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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