miércoles, 7 de septiembre de 2011

Un campo de dientes de león.

Le enseñaron los dientes.
Le mostraron las estrellas.
Le cantaron una improvisación.
Le dijeron guapa más de cien veces.

Y acabó por encaramarse al cristal de una botella, hasta haberla acabado más de mil veces.
Le dio por ir a la calle del olvido y entró en el bar de la desolación, se encontró allí el amor susurrando una vieja canción. Le pidió unas alas que le negó y saltó (sin alas) por la ventana de aquella taberna.
Aterrizó en un mar de huesos y dejó allí una cajita con incontables besos.
Corrió lejos sin piernas ni pies ni fuerzas hasta llegar a un laberinto.
Si sale de ahí encontrará la gasolina que necesita pa' volver a sentir...

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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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