lunes, 27 de octubre de 2014

Dejad ya de llorar y de malgastar sueños y vallamos a besar la lápida de Oscar Wilde.

Se separaron como dos polos no opuestos.
Como si una fuerza invisible les obligara.

Se separaron y ella se quedó en el centro del mundo y en ninguna parte. Las personas no dejaban de mirarla al pasar, como si se tratase de un nuevo espectáculo del metro.
-Pequeño pájaro de alas rotas y labios rojos tan desgastados, tendrías que empezar a cobrar por tu triste belleza.
-Llora de una vez y vete a casa.
-Me enamoras poniendo tu tristeza a secar.
Las personas que por allí pasaban no sabían si arreglarle su ala rota o romperla más para que por fin llorarse.

Se separaron y ella se quedó en el centro del mundo y en ninguna parte. Rodeada de tanta gente y sola como siempre.

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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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