Esta es la historia de Él y Ella, dos personas perdidas en el mundo que se encontraron una noche a la que no le quedaban fuerzas ni estrellas, y se enamoraron sin que nada se interpusiera.
Eran dos.
Eran tan distintos que a veces les costaba encontrarse.
Él era como la luz del Sol, iluminaba cada lugar al que llegaba sólo con aparecer con su sonrisa fosforescente al estilo Cheshire.
Eran dos.
Eran tan distintos que a veces les costaba encontrarse.
Él era como la luz del Sol, iluminaba cada lugar al que llegaba sólo con aparecer con su sonrisa fosforescente al estilo Cheshire.
Ella
era su sombra.
Él era
la alegría pura de las mañanas de Navidad, el
primer te quiero de una pareja, él era saltar en los charcos.
Ella
era su sombra y veía únicamente las sombras del lugar que él iluminaba.
Él era
la sonrisa de un niño, la canela, el primer mordisco de la fruta en verano.
Ella
era la melancolía del alcohol y el silencio de los cementerios.
Él era
la vida y ella era la sombra de la vida.
Y, sin embargo se querían.
Y, sin embargo se querían.
Él la
quería con ternura
y con pasión,
como un beso entre las piernas.
y con pasión,
como un beso entre las piernas.
Ella le
quería como un sueño lejano,
como el último beso,
y a veces
le quería en blanco y negro.
como el último beso,
y a veces
le quería en blanco y negro.
Cuando
estaban juntos ella se sentía segura y se veía brillante bajo la luz de la
sonrisa de él. Y él brillaba más que nunca, incluso desprendía calor. Eran como
un Sol de verano a las tres de la tarde junto a un cuerpo blanquecino que a veces dejaba de
temblar. Ella le necesitaba siempre, porque cuando él no estaba, lloraba con
cada telediario, se le agrietaba la piel y su pelo perdía el color.
Cada
día que pasaba, ella le pedía más calor, más presencia, más de su sonrisa
fosforescente. Y él, al igual que la golondrina con el príncipe, acabó exhausto.
De tanto dar calor, un día amaneció helado y su sonrisa fosforescente ya no
estaba. Había gastado sus últimos estertores en escribir su historia, la de los
dos, con besos y caricias sobre el lienzo suave de la piel de ella. Él había
dado su calor por ella, le había dado su fuerza, su fosforescencia.
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