domingo, 7 de diciembre de 2014

Él y ella.

Cada día más que el anterior cree enloquecer, y desfallece en el intento de hacer de su propia piel el edén de él...
Y él se vuelve loco porque las lágrimas de ella no creen más ríos, ni vayan a morir al mar.

No se conocen, pero se reconocen.

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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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