viernes, 6 de noviembre de 2015

Él y Ella.

Mírala, ahí.
Sentada.
Leyendo.
Ignorando el mundo con todas sus catástrofes.
En sus ojos yo también olvido al mundo.
Me olvido incluso a mí mismo.
Mírala, sabe que la espío y sonríe.
Me mira.
+ ¿Qué miras?
- Te miro a ti.
Se ríe y vuelve a su lectura. Se retuerce un mechón y se muerde los labios. Sé que piensa en mí. Piensa en cómo la miro, con el deseo de besarle hasta los miedos que guarda en sus huesos cansados. Con los años los dos hemos perdido cosas, incluso nos hemos perdido a nosotros mismos un par de veces y también el uno a la otra. Hemos vivido catástrofes naturales y hemos creado nosotros nuestras propias catástrofes. Hemos sobrevivido, el uno muy cerca de la otra. Hemos vivido, tanto, que nuestros cabellos ya no tienen el mismo color, nuestros ojos han perdido la fuerza y nuestros cuerpos están cansados incluso al levantarnos.
Sin embargo, la veo ahí, leyendo.
Y parece la misma que conocí hace ya tantos años.
En realidad todo ha cambiado, ni nosotros somos nosotros mismos, no somos los mismos.
Pero ella sigue curándome las cicatrices, aunque algunas sean fruto de las heridas que ella me hizo. Y yo sigo aquí, mirándola, como la primera vez que entramos a esta habitación. Y sigo queriendo hacerle el amor, aunque muramos los dos en el intento.
Mírala.
Leyendo.
Sabe que voy a besarla en cuanto cierre el libro.

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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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