Sin sentido,
sin sentencia,
sin preludio,
sin escudo,
sin huída,
insensato...
Después de tres días a la luz de la Luna, por fin se curaron las cicatrices más profundas, aunque en la oscuridad del Sol algunas personas aún las podían vislumbrar para luego intentar quebrarlas de nuevo.
Perdió el sentido de su vida de tanto guardar los recuerdos en un cajón, y quemó sus deseos por la desidia de escribirlos todos en un cartón. Se desprendió de lo viejo y viajó al pasado con una manta que nadie nunca volverá a ver jamás, se desentendió del futuro. Rompió sus delirios y le pidió a alguien que se llevara lejos sus sueños, que con ellos podría volar, pero no calentarse en invierno.
Le pidió a la Luna que además de curarle las pequeñas cicatrices, se encargara también de juzgarla, le contó toda su historia, le lloró sus desamores y le cantó con canciones tristes sus melancolías más profundas, se olvidó de hablar con la Luna en las noches felices.
La Luna guardó silencio.
Cuando despertaba, con el primer rayo de Sol, tomo una decisión y desapareció.
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