Treinta y tres, treinta y cuatro... Camino demasiado rápido y hoy encuentro, con desgana, muy rápido el camino, también demasiado, yo, que siempre me suelo perder...
Me escondo entre las sombras que van alargando las farolas y continúo mi camino, sin ganas de llegar, sin nada por lo que correr, descanso a cada latido mi aliento dentro del cuerpo, no vaya a ser que el frío pretenda congelar cada uno de los versos que se escapan de mi boca en voz alta...
Voy marcando mis huellas en el suelo, como si nunca más lo fuera a volver a pisar. Camino lento, sin más prisa que la del propio tiempo...
Las diez menos diez, me voy lejos del reloj, no quiero escuchar las campanadas otra vez.
Me detengo...
Tengo miedo a que cualquiera de estos pasos que me preceden o, alguno de los que me persiguen, se detenga a mi espalda y clave hasta el fondo el puñal más bonito que mi corazón jamás haya visto....