martes, 27 de enero de 2015

Ensayo del tiempo.



Llegó primero la primavera con sus brisas de calor, con sus prisas al amor, llegó rompiendo los esquemas y las tempestades, y sin darnos cuenta, lo llenó todo de color.
Después vino el verano con sus promesas de infinito y sus luces cegadoras, trajo su viento fresco y pegajoso y sus luces de calor quemaron las incertidumbres que habían apresado los sueños viejos.

Al final, y sin avisar como siempre, entró el invierno. Se coló por las rendijas con las que antes jugó el sol y rompió las ventanas a medio arreglar del estío. Desaparecieron las luces de colores y el sepia del despertar. Quemó con su hielo las esperanzas que empezaban a brotar. Apagó del todo los sueños y nos dejó con las sábanas a medio atar, no pudimos escapar.

Fue sencillo y devastador nuestro ensayo del tiempo.
Primavera, verano y de repente el invierno fatal.

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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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