He tenido muchas casas temporales y hogares que más que lugares, eran personas. Pero durante todos estos años de viajes y vidas, siempre he tenido una casa a la que volver. Un hogar construido con personas, en un pueblo pequeñito en el que el cielo se ve más limpio.
Una casa en la que reí y me caí tantas veces que no me caben en la memoria.
Un hogar en el que las mantas además de abrigar, protegen del dolor y sirven de escudo contra las pesadillas.
Una casa en la que tengo mi escalera de cajones a la Luna, por la que escalo con palabras cuando se asoma a mi ventana su silueta plateada.
En las paredes de esa casa, dibujé el árbol que protege mis sueños, que me guía a Oniria y me da sombra cuando leo.
Casa.
Cuatro letras en las que caben tantas palabras y algunas personas.
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