martes, 10 de diciembre de 2019

Casa



He tenido muchas casas temporales y hogares que más que lugares, eran personas. Pero durante todos estos años de viajes y vidas, siempre he tenido una casa a la que volver. Un hogar construido con personas, en un pueblo pequeñito en el que el cielo se ve más limpio.
Una casa en la que reí y me caí tantas veces que no me caben en la memoria.
Un hogar en el que las mantas además de abrigar, protegen del dolor y sirven de escudo contra las pesadillas.
Una casa en la que tengo mi escalera de cajones a la Luna, por la que escalo con palabras cuando se asoma a mi ventana su silueta plateada.
En las paredes de esa casa, dibujé el árbol que protege mis sueños, que me guía a Oniria y me da sombra cuando leo.
Casa.
Cuatro letras en las que caben tantas palabras y algunas personas.

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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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