lunes, 3 de noviembre de 2014

Después de la sonrisa.

Te sientes sobria, tonta, maleducada, triste, avergonzada, lúgubre, deplorable, lamentable, incluso trágica.

Después de la sonrisa.

Sabes que nada volverá a ser cómo esa primera sonrisa, que nadie llenará su vacío ni entenderá su risa, sabes que nadie te hará reír de la misma manera.
Sabes que nadie te podrá herir de la misma manera.

Después de la sonrisa.

Llega la calma.

Después de la sonrisa.

Llega la cama.
Y las noches que no volverán, los gemidos de miedo y causalidad, los miedos con olor a cerrado y a humedad, las luces de neón y su ingenuidad.

Después de la sonrisa.

No queda nada.

Después, la sonrisa.


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Escribo todo lo que hay aquí cuando la niebla se apodera de mi mente y se desata la poca cordura que me queda. Cuando me grita el silencio, rompiéndome los tímpanos, que murió el viento en algún lejano acantilado preso del dolor de la lluvia en sus párpados.

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