Te enseñé a volar y aprendiste a romperte en los domingos que no terminan de acabar.
Te vendí y compré los fines de semana, los lunes te aborrecía y te inventé los jueves con las primeras luces del día.
Te robé la luz también.
Te partí las partes a compartir.
Te rompí en trocitos lejanos
y lo hice conscientemente.